Por Martín Faciano
La tradición viene demostrando en Tucumán, que el ascenso a la fórmula gubernamental viene por la senda de los ministerios y no por el camino de las jefaturas municipales. No hay antecedente reciente alguno de un jefe municipal que salte a la cúpula del Poder Ejecutivo.
Así lo demuestra el caso de José Alperovich que antes de ser gobernador era ministro de Economía; de Juan Manzur, que antes de ser Vicegobernador de Alperovich fue ministro de Salud; de Osvaldo Jaldo que antes de ser vice de Manzur, era ministro de Interior; y de Miguel Acevedo que hizo un camino, hasta acá, idéntico al del actual mandatario: de ser 8 años ministro de Interior a ser vicegobernador.
Economía, Interior y Salud: los recursos, el territorio y la gestión. Quien no tuviera el control de por lo menos algunas de esas 3 principales estructuras en la provincia, pareciera no estar habilitado para integrar la fórmula en la cual el oficialismo saliente viene definiendo sus propios sucesores desde hace bastante tiempo.
En el marco del sistema de acoples y con los partidos políticos casi totalmente vaciados, hay otras estructuras que venían siendo más que importantes en la construcción del poder: La UNT y la Municipalidad de San Miguel.
La Universidad, con sus fondos y una cantera de militantes jóvenes del radicalismo, fueron fundamentales para la supervivencia política de la UCR, que antes de encolumnarse al macrismo como furgón de cola en 2019, todavía tenía un peso propio: la anterior diputación de Luis Sacca y la candidatura de José Cano, en 2015, encabezando la fórmula del Acuerdo para el Bicentenario con Domingo Amaya, sintetizaban la importancia de la estructura y la caja del municipio capitalino y la Casa de Altos Estudios, en la política provincial.
Justamente desde esas instituciones se estructuraban y financiaban las principales alternativas opositoras. Posteriormente, con la llegada de Germán Alfaro a la intendencia, el alfarismo utilizó su trinchera municipal para consolidar su proyecto gubernamental que entró en crisis en 2023, pero que hasta entonces se sostuvo gracias a la participación testimonial de sus aliados radicales en las compulsas provinciales. La elección provincial de 2019, le permitió a Alfaro ser reelecto con los votos del núcleo duro del antiperonismo céntrico, pero la performance de sus candidatos para la gobernación fue paupérrima.
A mitad de camino hacia los últimos comicios provinciales, en 2021, el escenario se reconfiguró y consolidó algunos actores como piezas claves para los próximos tiempos de la política: Rossana Chahla y Mariano Campero. Ambos encabezaron listas en las PASO de aquel entonces y en el marco de las legislativas nacionales, hicieron campaña recorriendo toda la provincia: algo relativamente nuevo para Campero pero conocido para Chahla, que ya venía potenciando el crecimiento de su figura desde su cargo como ministra de Salud en plena pandemia.
Del resultado de aquella elección, Chahla consiguió su banca en la Cámara de Diputados, y quedó con un alto saldo de imagen positiva que le permitió luego ser candidata para disputar la intendencia capitalina. No solo Chahla logró vencer al alfarismo, y ser la primera intendenta mujer de San Miguel de Tucumán: también se convirtió en la primera de su género en poner los codos en la mesa chica del poder tucumano.
Por su parte Campero, aquella vez, enfrentó a la dirigencia tradicional de la UCR, posicionándose como un nuevo referente y midió el impacto de su imagen, yendo de candidato a Senador en la boleta que llevaba a Roberto Sánchez como primer diputado. Campero perdió con Alfaro, por una diferencia menor a los 6.000 votos. Un margen similar al que luego dejaría a Beatriz Ávila sin la intendencia. Sin embargo Campero encontró la revancha en 2023, reteniendo Yerba Buena con su sucesor y venciendo a Germán Alfaro en las PASO de 2023, consagrándose como diputado y asumiendo su banca en el Congreso.
Pero desde la mitad de su último mandato, Campero además de pugnar por sus intereses intentó conformar un bloque de poder con los intendentes correligionarios de Concepción y Bella Vista. Algo que quizás muchos intendentes del oficialismo alguna vez pensar en hacer pero nunca se animaron. Además Campero logró ampliar su base de representación, no solo en términos electorales, sino también dirigenciales: con Pablo Macchiarola en la intendenca y Manuel Courel en la Legislatura. Campero logró así algo que en el peronismo no se ve tanto porque en el justicialismo crecen más los dirigentes en términos personales, que sus estructuras. Como esa confusión entre la gordura y la hinchazón…
Quizás el Pacto Fiscal fue en el oficialismo tucumano un impedimento para que cualquier intendente se aventure a replicar la experiencia de Sergio Massa, quien como intendente de Tigre encabezó como candidato a Diputado Nacional, cabeza de lista del Frente Renovador, las elecciones nacionales intermedias de 2013, en las que resultó ganador y comenzó a construir su proyección nacional y a ser uno de los artífices del fin del kirchnerismo. En Tucumán, solo Domingo Amaya había intentado hacer algo similar, y en el peronismo no fue tan juzgado por sacar los pies del plato sino por ir atrás de un radical en la fórmula que integró.
Claramente en Tucumán, el disciplinamiento con recursos venía siendo mayor a la ambición de los jefes municipales que en muchos casos, transitaron los 8 años de sus mandatos sin siquiera pensar la posibilidad de sacar el bastón de mariscal de sus mochilas, aspirando solo a retener las intendencias con algún delfín familiar. Sin embargo, el voto de la senadora nacional Sandra Mendoza en contra del DNU días atrás, puede hacer pensar que probablemente con lo devaluada que está la moneda, hoy los intendentes se sientan menos condicionados que antes.
Días atrás, en La Gaceta destacaron el caso de los intendentes de Burruyacú y Concepción, Jorge Leal y Alejandro Molinuevo, como casos exitosos de gestiones municipales que funcionan por fuera del Pacto Fiscal.
El sucesor de Sánchez en Concepción, dijo entonces que el fondo coparticipable duplicaba lo que le ofrecía el Gobierno, y que actualmente recibe un 50% más de fondos. Molinuevo no solo parece haber recuperado la sonrisa luego del malgusto que le dejó haber presenciado el último Mundial de Rugby en Europa, también parece haber estabilizado su presión, la cual le había subido en Casa de Gobierno durante sus últimas discusiones sobre la conveniencia de adherir al pacto o no.
Días atrás también, un Germán Alfaro acorralado mediáticamente por las noticias que se generaron con el resultado de la auditoría que puso la lupa en el envío de fondos de la Municipalidad al Consorcio Metropolitano y las denuncias presentadas en la justicia por los letrados que representan a la gestión actual de la intendencia, declaró ante La Gaceta que «el problema de la señora Chahla es que está pensando más en ser candidata a gobernadora que en su gestión como intendenta».
Tamaña generosidad la de el ex intendente, que hoy desde el llano tiene la visión calibrada para diagnosticar los problemas que enfrentan los otros antes que asumir los propios. Mientras tanto, Chahla transita la primera etapa de su etapa como intendenta evidenciando los aspectos de la gestión que necesitan mejorar pero dejando entrever también su determinación de romper con el orden danterior: una ruptura que puede ser paradigmática en términos de administración y gestión, pero también con fuertes implicancias políticas posibles.